martes, 21 de junio de 2011

Infidelidades complejas

Por Mauricio Rubio

Entre las personas que conozco, Martín es una de las que tiene una gama más amplia de intereses intelectuales, que va sumando y mezclando de manera creativa. Se ha echado al bolsillo casi todos los doctorados disponibles al sur de la calle 26. Con las mujeres le pasa un poco lo mismo. Básicamente le interesan todas. Y no quiere desprenderse de ninguna de las que se enamora.

Lo dejé de ver un tiempo y, cuando lo volví a encontrar, estaba casado y tenía una hija con Ángela. Y, también, estaba ennoviado con Liliana. Cada una sabía de la otra y Martín no se molestaba en ocultar su arreglo. Por el contrario, lo hacía público mostrando orgullosamente dos argollas en su anular. Ese doble compromiso, además, nunca le impidió seguir siendo seductor. Para salir a almorzar con él por el centro de Bogotá era necesario presupuestar una media hora más, para darle tiempo a las visitas,“¡hola, mi amor!”,  que hacía cada media cuadra. 


A Jorge lo conocí por Martín. Él también tiene un abanico de inquietudes que van desde la etología hasta la filosofía moral, pasando por la teoría de juegos. El flirteo y el romance eran temas recurrentes de nuestras charlas de almuerzo, adobados con nuestros rudimentos de selección sexual de las especies. Lo gracioso era que Martín usaba esas discusiones para entender sus impulsos mientras que Jorge les daba un sentido terapéutico. Le permitían, decía, prever que cualquier devaneo paralelo que tuviera sería aún más efímero que su amor por Laura, su novia de más de tres años, a quien le era más fiel que un hombre bien religioso, empleado de la Procuraduría, casado,  con cuatro hijos y viviendo con la suegra. Esas charlas eran un buen contraejemplo a la paranoia recurrente que explicar implica siempre justificar. 

A diferencia de Arturo, otro amigo Don Juan que trata de reclutarme para el gremio de los multipistas, Martín nunca hizo proselitismo ni con Jorge ni conmigo. Siempre se acomodó a nuestra vocación –en el caso de Jorge sopesada e informada decisión- de fidelidad. Eso no le impedía fungir de terapeuta para quienes, jugando en varias pistas, se metían en problemas. El caso que más trabajo le costó resolver fue el de un amigo, barranquillero como él, quien tenía el doble arreglo de esposa y novia oficial, también con dos argollas, pero que cometió el craso error de, encima, enamorarse de una prepago. El control de daños que implementó aceleradamente Martín fue lograr que, primero la esposa y luego la novia, perdonaran al amigo. Le tomó un poco más de tiempo convencerlas a ellas que no era grave que el afectado volviera a salir ocasionalmente con prepagos, pero sin cometer de nuevo el desliz de dividir aún más su generoso corazón.


Hace un par de años Ángela decidió volver a su ciudad natal, para instalarse allá con su hija. Estar lejos de Angela Jr le dio duro a Martín, que siempre fue un padre dedicado. Su última afición, el cine, le había resultado buscando una disculpa para pasar más tiempo con su hija. Como la pequeña se había metido a tomar cursos de actuación, Martín pensó que haciendo documentales, basados en las situaciones que describía en sus informes de consultoría, podría lograrlo. Así lo hizo. Y eso debió hacer aún más intensas las carencias afectivas como padre, que lo llevaron a querer pasar las fiestas de fin de año con sus Ángelas. Aunque no la ví en ese momento, es fácil imaginar que Liliana no debió quedar contenta con esa decisión. Mucho menos cuando Martín, amañado, decidió prolongar su estadía por todo el mes de Enero.

Al volver de sus vacaciones en provincia con su esposa y su hija, Martín se encontró con una insólita sorpresa, también a cargo de dos mujeres. Liliana se había ennoviado con Valeria. “Jamás en mi vida había aprendido tanto del género femenino, en lo que me creía un experto, como en estas últimas semanas” me dijo Martín, tan serio como pocas veces lo he visto, al contarme el nuevo e inesperado rumbo que había tomado su vida afectiva. “Lo único que tengo claro, es que no quiero involucrarme ni sexual ni sentimentalmente con las dos. Fuera de eso, no tengo ni la menor idea sobre lo que puede pasar”.

El dilema que enfrentaba Martín no era menor, y así se lo expresó a Valeria en un cruce de correos que tuvieron a raiz de un incidente que rozó los celos, al querer hacer ellas dos un viaje de fin de semana. “En los brazos de Liliana he comprendido la escasez del amor. Valeria, cuando te acercas a Liliana te acercas a mi; ese también soy yo. Con Liliana he aprendido que la mejor forma de conocer - de atreverse a conocer - a una persona es ver a quién ama. Sin embargo, y a pesar del amor que siento por Liliana, también me asaltan viejos miedos. Soy un hombre - y al igual que las mujeres - también me dan inseguridades; los hombres somos muy frágiles. Yo viví los miedos que se experimentan cuando el ser amado es acariciado por otra persona; es difícil lidiar con eso, no importa que el contacto sea con una persona del mismo sexo. Nos han enseñado que eso no se puede y que sólo se puede vivir dramáticamente, o quizás tragicámente. Liliana y yo tratamos de no vivirlo así. Yo aspiro a que la mujer que amo brille y crezca todo lo que quiera en medio de nuestra relación, yo me cambio a mí mismo para que mi amada Liliana no tenga que renunciar a nada de sí misma para estar conmigo. Por eso trato de enfrentar mis miedos y luchar contra ese afán de exclusividad sexual que suele cerrar puertas para el crecimieno de ciertas dimensiones del ser amado; y esa lucha la doy de la mano de Liliana”.


Para Valeria,la situación tampoco era trivial. “Martín, yo también tengo mucho miedo, estoy viviendo por fuera de la norma social, no sólo porque me estoy acercando a una mujer sino a una mujer emparejada. Lastimosamente me estoy moviendo en un terreno desconocido y que para una mujer como yo que apenas está aprendiendo a conocer las dimensiones de su corazón es algo abrumador. Es más, en numerosas ocasiones he llegado a pensar en distanciarme totalmente de Liliana. Sinembargo sé que mi relación con ella va mas allá del simple placer sexual. Yo sí creo que junto a Liliana puedo construir nuevos pedacitos de mí, así como ella puede reconstruír pedacitos de ella. Sin embargo, mi manera de acercarme a Liliana no se desamarra de tí, y otro de mis temores es que llegará el día que tu le pedirás a Liliana que se aleje de mí y ella por amor a tí y respeto a mí  (porque a ella no le gusta vivir bajo la sombra de la mentira) lo haga.  Quiero que entiendas que tengo muy claro que tu estás siempre presente, que la Liliana con la que comparto es resultado de vivencias de ustedes dos, que muchas veces escucho palabras de Martín con voz de Liliana”.

No se sabe qué decir ante una situación tan compleja como esta. Mucho menos esbozar cualquier sugerencia o recomendación para alguno de los personajes envueltos. Antes de que Martín compartiera generosamente conmigo ese cruce de correos yo había alcanzado a pensar, recordando alguno de nuestros almuerzos darwinistas con Jorge, en los bonobos y en las particulares alianzas sexuales entre las hembras de esa promiscua especie de primates, que son las que les han permitido neutralizar políticamente a los machos. También había alcanzado a imaginar que si las feministas fueran menos cerradas a la etología, y en últimas, menos mojigatas, ya habrían podido diseñar seminarios, talleres y cursos de “sexo y política” más inspirados en las bonobos y menos en las intelectuales de países civilizados. Permaneciendo en terreno conocido, para mí es claro que lo único que ha logrado poner a Martín a pensar en serio en la cuestión de la fidelidad es el romance de Liliana con Valeria. Que, además, como lo muestra el civilizado cruce de correos, tiene la ventaja de no generar situaciones de celos entre machos, algo que siempre bordea la violencia.

Mi esposa, cuya aversión a los cuernos parece grabada en ROM, no desaprovechó la oportunidad para sacar de la historia su moraleja. “Nada más sencillo y factible que el arreglo monogámico tradicional con compromiso de fidelidad. Es la única forma de poder pensar en otras cosas”. Jorge coincidiría y aportaría para sustentar la conclusión varias referencias. Dándole vueltas al asunto, en alguna ocasión pensamos que el paso que dio Liliana al ennoviarse con Valeria fue su manera de tomar una especie de seguro sentimental contra el recurrente coqueteo de Martín. Ante la realidad de un mercado de parejas que, con el tiempo, y a pesar de innovaciones como las cougar, se reduce para ellas mientras que se amplía para ellos, siempre son útiles algunas medidas preventivas. Sobre todo cuando, último capítulo de la historia, Liliana quedó esperando un hijo de Martín. 

Ilustraciones
John McEwen (1992). Paula Rego. London: Phaidon Press