Ignorando los casos difíciles de encasillar, algunos biólogos y psicólogos sugieren una especie de patrón universal. Las mujeres, con pocos, valiosos óvulos, los cuidan y son selectivas. Para compartirlos exigen un ritual mínimo, averiguaciones previas y referencias. Algunas no lo dan sin pruebas de generosidad, compromiso y amor. Nada de eso resulta fácil con extraños. Además, es sobre ellas que recaen las eventuales y embarazosas secuelas del sexo, algo que exige cautela. Los hombres, por el contrario, sin apego por sus innumerables, insignificantes y baratos espermatozoides, son propensos a dejarlos en cualquier receptáculo, a feriarlos en parajes desiertos o insalubres. No deberían, pero ellos pueden ser irresponsables. A veces tiran y se van.
Las estadísticas parecen darles la razón a estos darwinistas. En todos los lugares, y en todas las culturas en donde se ha indagado la cuestión, las mujeres reportan menos sexo con desconocidos que los hombres. Colombia no es la excepción. A nivel nacional, 9% de ellas contra 32% de ellos han tirado con extraños. En un sondeo entre universitarios, los porcentajes son de 24% contra 38%, y el 7% de los varones reporta haber iniciado su vida sexual con una desconocida.
Una encuesta a las francesas -hijas o nietas de las que en el 68 prohibieron prohibir- apunta en la misma dirección. Da detalles adicionales: en los polvos con nuevos parejos –no totales extraños- llegan al climax con menor frecuencia (58%) que con el parejo habitual (79%). Así, en materia de orgasmos, oh la la, más vale normalito conocido que tinieblo de infarto por conocer. Que tome nota Aleida.
La química íntima femenina atentaría contra la experimentación sexual. La vagina es un medio ácido, con un pH entre 3.8 y 4.5. Este ambiente hostil a las bacterias es lo que mantiene el lugar “tan limpio y puro como un vaso de yogurt”. El semen, con un pH alrededor de 8, es más alcalino. Por varias horas después del coito, el pH vaginal aumenta, dándole papaya a las infecciones. La vuelta al ambiente antiséptico se da sin problemas cuando el semen resulta familiar. Con esperma desconocido, el restablecimiento del pH es más lento. Un mecanismo del tipo “toca cogerle el tiro a lo alcalino”. Él no sufre los afanes de la anfitriona.
Ante tales argumentos, ¿cómo explicar los casos atípicos? ¿Cómo entender esas mujeres que han ido, según unos, contra la biología y los instintos y según otras, contra la opresión del patriarcado?
Los escenarios de los polvos con N.N. en el país aún son un misterio. La encuesta realizada entre estudiantes revela cosas interesantes. Los antecedentes familiares ayudan un poco a discriminar a quienes han tenido sexo sin previo conocimiento de su pareja. Para ellas, un padre mujeriego restringe aún más las aventuras mientras la infidelidad materna contribuye. Para ellos, los cuernos paternos o maternos no influyen. El estrato socio económico y la religiosidad también muestran un efecto diferente por género. Los sermones de curas y pastores contra la costumbre de ir tirando por ahí con cualquiera los afectan más a ellos. La alta posición social, por el contrario, las inhibe mucho a ellas, mientras que a los hombres los hace más aventureros.
Lo que definitivamente reduce la prevención de hacerlo con quien no se conoce, y de manera más marcada para ellas, es salirse de la casilla heterosexual. Para las mujeres, ser lesbiana, bisexual u “otra”, es la variable de esta encuesta que mejor ayuda a discriminar a las que han tenido relaciones sexuales con gente extraña, siendo casi cinco veces más probable que lo hayan hecho, comparadas con las que sólo les gusta con hombres. En ellos, el efecto es menor, y la religión o la clase social tienen un impacto estadísticamente más significativo.
Dadas las características de la encuesta –pobre en recursos, muestra pequeña- estos resultados deben tomarse más como sugerencia para nuevas pesquisas que como patrones definitivos. De todas maneras, surgen varios comentarios.
El primero es que, a pesar del interés del feminismo colombiano por el movimiento LGTB y lo mucho que, al parecer, se ha estudiado la diversidad sexual, fuera del discurso normativo para defender los derechos de las minorías, no es mucho lo que se divulga. Aún es poco lo que los profanos sabemos sobre los antecedentes y las características de los no heterosexuales en un país con tanta variedad étnica y cultural.
La asociación entre sexualidad no convencional y sexo con extraños surgió por casualidad en esta encuesta a universitarias, pero el resultado no sorprende. Aunque es problemático meter en un mismo paquete lesbianas, bisexuales y “otras”, no es arriesgado señalar que todas ellas tienen en común haber separado sexualidad de reproducción. Las precauciones –instintivas y culturales- para el sexo con desconocidos tienen que ver, precisamente, con la reproducción. Si el sexo se ha depurado de esa carga, parece lógico que los trámites previos también disminuyan.
Sea cual sea la causalidad, la mayoría de universitarias no heterosexuales encuestadas parecen inmunes a una de las restricciones que históricamente más han diferenciado a las mujeres de los hombres: tirar con desconocidos. No son las únicas. Lisa Diamond, quien siguió una cohorte de 89 lesbianas gringas por varios años señala una queja común entre ellas: “es difícil encontrar mujeres interesadas en sexo casual”. En ciertas devoradoras de hombres famosas confluyen la bisexualidad y los polvos con extraños. Para las prostitutas, entre quienes se sabe que es alta la incidencia de lesbianismo, también aplica la observación.
En esta encuesta a estudiantes, la orientación sexual explica menos los polvos anónimos de los hombres que los de las mujeres. Se corrobora así una observación clave de la nueva sexología: ser lesbiana no es equivalente a ser gay pero en mujer.
Una última inquietud. El supuesto estándar en Colombia sigue siendo que lo sexual es 100% aprendido, totalmente determinado por la cultura. La pregunta que surge es dónde, cuando y cómo les enseñan en el país a algunas mujeres a deshacerse del rótulo heterosexual. Y a adoptar una conducta tan típicamente masculina como tirar por ahí con cualquiera, sin mayores preámbulos.
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