miércoles, 16 de marzo de 2011

Llegar antes de tiempo

Por Mauricio Rubio

Recién graduado de bachiller, el estreno de Camilo fue fugaz. Ella, como Mrs Robinson, era mayor, casada y con prole. Los devaneos previos ocurrieron en matiné. Fueron al grano esa misma noche en la incomodidad de un carro y repitieron a los pocos días. En ambas oportunidades, recuerda Camilo, el ajetreo fue como un temblor de tierra. Duró tan sólo unos segundos y nunca supo lo que ocurrió a su alrededor. Un par de años más tarde, ya con una novia, la celeridad y descoordinación se fueron atenuando. No es el único de mis amigos cuya rápida iniciación fue similar. 

El esposo de Marcela, una ibaguereña, fue menos afortunado. “Desde cuando éramos novios nunca pude sentirme plenamente satisfecha, pero pensaba que el problema era porque lo hacíamos a escondidas y cuando se descuidaban mis padres y hermanos. Pero me casé y seguimos en las mismas”. Menospreciando casos como el de esta pareja tolimense, y basado en mi experiencia, siempre dí por descontado que lo de llegar antes de tiempo era una aflicción de los jóvenes inexpertos.

Fue una sorpresa encontrar que la cuestión del buen ritmo en los polvos no es algo tan simple como un aprendizaje con la práctica.  De acuerdo con la encuesta “Cómo viven los colombianos su sexualidad”, un 13% de los compatriotas manifiesta tener problemas de eyaculación precoz. El dato extraño, sin embargo, es el perfil por edades de estos acelerados. El 21% de los sesentones, más de uno en cinco, reporta sufrir apresuramientos. Para los menores de 24 años, la proporción es tan sólo del 7%. 




Entre los expertos, no hay acuerdo en la definición de la eyaculación precoz. En los años cuarenta, Alfred Kinsey, un zoólogo obsesionado por la sexualidad humana, observó que tres cuartas partes de los americanos tenían su orgasmo en  dos minutos. Propuso que la eyaculación antes de ese tiempo se considerara prematura. Entre quienes recurren al cronómetro para el diagnóstico, se impuso como medida el IELT, -sigla en inglés del “Tiempo de Latencia de Eyaculación Intravaginal”- y se define precoz cualquier lapso inferior a un minuto. Con la liberación femenina, el IELT promedio ha aumentado sustancialmente, pero aún cambia mucho por regiones. En una muestra de 500 hombres en cinco países se encontró que el IELT varía entre 0.1 y 52 minutos, con una media de 6. Geográficamente las diferencias son enormes, siendo los turcos, por ejemplo, mucho más precoces que los flemáticos ingleses. En otros términos, las inglesas parecen más exigentes que las mediterráneas.

Hay quienes insisten que la definición de precoz debe ser subjetiva, estar basada en la falta de control y darse con malestar en la pareja. Para Masters y Johnson, existía un problema cuando él llegaba al climax antes que ella en más de la mitad de sus encuentros.

La prevalencia de eyaculación precoz basada en la percepción subjetiva, lo más comparable a los datos colombianos, es del orden del 30% a nivel mundial. A estos resultados se llegó encuestando cerca de 14 mil varones en 29 países. 




A diferencia de Colombia, en los demás países la cifra no varía significativamente entre los mayores de 24 años.  Ante estos datos, surge la inquietud de si los colombianos –tan propensos al todo bien todo bien en las encuestas- se están desempeñando satisfactoriamente en la cama, o si lo que tienen son unos estándares de pacotilla. También queda la duda de si los cincuentones criollos realmente tienen un IELT menor que los jóvenes –algo atípico en el mundo- o es que sus parejas son más pausadas o sofisticadas o conscientes de su derecho fundamental al orgasmo.

Los curanderos de la aflicción abundan en la red. Sugieren un conjunto de causas que aún conllevan el mensaje que las prácticas pecaminosas, como la masturbación, la pornografía, el sexo a escondidas, o la iniciación en el burdel, conducen a la desdicha.  Jorge, paciente de un centro de terapia virtual confiesa que el origen de su problema estuvo en un onanismo restringido. “Desde pequeño, por problemas de espacio en casa, estaba obligado a dormir en una habitación con dos de mis hermanos. Tenía por hábito masturbarme en la ducha y tenía que darme prisa para poder dejar agua caliente a los demás”. Con este testimonio es inevitable la tentación de hilar fino y, a la colombiana, plantear que la eyaculación precoz es, en últimas, otra desafortunada secuela de la precariedad económica. Así pensaba el Dr Kinsey, para quien el problema básico era la falta de educación de los americanos. El populacho, según él, llegaba cuanto antes y sólo la élite se las arreglaba para contener el gustico. La encuesta mundial corrobora que la educación es un buen antídoto contra los polvos express. Pero los datos de la encuesta colombiana van por otro lado : aquí la incidencia del trastorno es ligeramente más elevada en los estratos altos.

El interés por la ejaculatio praecox apareció en Europa a finales del s. XIX. Los psicoanalistas argumentaron que se trataba de la manifestación adulta de un exceso de narcisismo durante la infancia. A pesar de que desde los años cuarenta se reconoció que podía haber factores tanto psicológicos como fisiológicos, los tratamientos se centraron en la técnica del estrangulamiento (squeeze) propuesta por Masters y Johnson. La percepción de que se trataba de un comportamiento aprendido en los afanes juveniles, que se transforma en hábito y luego en ansiedad persistió hasta cuando empezaron a utilizarse drogas psicoactivas. Desde hace un par de décadas, con el reconocimiento del rol crucial de los receptores de serotonina, se abrieron paso las teorías con base neurológica.

En lugares tan alejados como Brasil y Turquía, se ha encontrado mayor propensión a la eyaculación precoz entre quienes se orinaron hasta tarde en la cama. Una investigación hecha con gemelos finlandeses sugiere que podría haber factores hereditarios. Los biólogos han sugerido que se trata de un rasgo adaptativo -lo denominan survival of the fastest- y recuerdan que entre los primates ese atributo se asocia con menor agresividad. Se ha observado que el IELT es siempre menor que sus primos cercanos, el OELT (sexo oral) o el MALT (masturbación). En síntesis, como para cualquier asunto que involucre órganos, cerebro y entorno, el menú de causas es extenso y variado. Consecuentemente, los remedios propuestos también son muchos.

Encabezan la lista de curas las que se mercadean por internet. Allí hay esencialmente de dos tipos: las terapias manuales o psicológicas, individuales o de pareja y, por otro lado, los fármacos. Las multinacionales están empeñadas en encontrar la fórmula mágica que compita con las pastillas azules que revolucionaron el sexo en la tercera edad. Incluso se han ensayado métodos de estimulación magnética.

Existe la creencia de que la marihuana ayuda a la buena cadencia en los polvos. Se dice que una de las razones por las que Gamal Abdel Nasser quiso abolir la circuncisión parcial de clítoris que se practicaba en Egipto fue controlar el tráfico de cannabis. Las mujeres víctimas requerían un ritmo más pausado e invitaban a sus parejos a consumir hashish antes de hacerlo. Obviamente, los fanáticos de la guerra contra las drogas han revirado con firmeza. La evidencia científica que ofrecen, un estudio realizado entre australianos, es casi graciosa. Se descubrió que los consumidores empedernidos de hierba, los que se traban a diario, son un desastre en la cama y también, algo que se sabe desde el colegio, que los marihuaneros tiran más que los nerdos.

Los remedios criollos para el orgasmo prematuro van de lo inocuo a lo drástico. La frutoterapia recomienda “consumir medio aguacate con una cuchara sopera de panela y otra de germen de alfalfa”. La cura más radical fue sin duda la adoptada por Wilmer Gómez un campesino de San Pedro, en la Sierra Nevada, en 1999. A sus 23 años, no había podido “mantener un contacto sexual con una mujer porque con sólo tocarla me sobrevenía la eyaculación y eso me mantenía muy mal”. Lo peor eran los fines de semana, cuando bajaba de parranda con sus amigos al pueblo y no podía “intimar” con ninguna.  Desesperado, cortó por lo sano y se extirpó los testículos.  “Decidí castrarme como lo hago con los animales porque creía que con esto me iba a curar”. A diferencia de Abelardo, nadie le colaboró.
No todos los casos de descoordinación son tan desesperados como el de Wilmer. Pero se sabe que la eyaculación precoz es, en el mundo, la principal queja de los hombres sobre su vida sexual. Aunque a las feministas el tema está lejos de interesarles, es claro que esta dolencia puede estar ocultando muchas supuestas frigideces. Sorprende que este eunuco nacional haya generado tan pocos comentarios. Tal vez porque no encajaba del todo en el discurso contra el patriarcado. En realidad, tranquiliza que el caso no recibiera más atención. Como visitante asiduo y frustrado de burdeles pueblerinos, el de Wilmer podría ser tomado por los prohibicionistas más radicales como ejemplo de lo que se debería hacer para atacar la prostitución por donde toca : por el lado del cliente y de manera focalizada.